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Manuel Bernáldez / @linthucillo
La de Marco Pantani es una historia de amor por el ciclismo y de tragedia en su faceta más personal. Nacido en una familia humilde que apoyó a Marco en todo momento, El Pirata (pseudónimo que se le atribuyó tanto por su manera de correr como por su apariencia física) marcó un antes y un después para el ciclismo italiano.
Giro-Tour, un récord todavía vigente
Su debut como profesional se produjo a los 22 años, justo después de los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992, concretamente en el Gran Premio de Camaiore de aquel año. El corredor italiano, famoso por su carácter voraz y pretencioso, se reunió con el director deportivo del conjunto Carrera, Davide Boifava, al cual aseguró que su fichaje iba a traerle muchas alegrías a su escuadra.
A pesar de que sus primeros pasos como profesional los dio allí, sus años más gloriosos los vivió en otra formación (sólo militó en dos a lo largo de su vida deportiva): el Mercatone Uno. Con un particular pañuelo atado a su cabeza, El Pirata comenzó a dar sus primeras pedaladas hacia la gloria en una época en la que aún no era obligatorio el uso del casco, años en los que el ciclismo era una aventura sólo apta por los más valientes.
La Milán-Turín de 1995 permanecerá como una de las jornadas más negras dentro de la excelsa trayectoria del valeroso escalador transalpino. Aquel día, Pantani impactó contra un todotorreno cuando afrontaba un descenso situado a escasos siete kilómetros de la línea de meta. Tras el aparatoso accidente, el primer diagnóstico arrojó una fractura abierta de tibia y fémur, además de un corte profundo en el mentón y una fisura en la clavícula. Afortunadamente, el italiano pudo recuperarse y volvió a las carreteras un año después con más fuerza que nunca. Vaya si lo hizo.
Después de subirse al podio en el Tour de Francia de 1997, el de Cesena consiguió vencer en el Giro de Italia y la Grande Boucle en 1998, siendo hasta la fecha el último ciclista capaz de lograr tal gesta en un mismo curso. Una barbaridad.
La exhibición en Oropa
A pesar de haber escrito una de las páginas más importantes de la historia de este deporte, el de Mercatone Uno se reservó uno de sus episodios más glorioso para la corsa rosa de 1999. La 15ª etapa, que partía desde Racconigi camino del mítico Santuario de Oropa, había amanecido con un Marco Pantani que vestía el maillot de líder y que se había mostrado intratable hasta la fecha. Lo tenía todo de cara para sumar su segundo entorchado consecutivo en la ronda de su país.
No obstante, todo pudo cambiar en los primeros metros de la última ascensión del día, concretamente a 8,5 kilómetros de la línea de meta. En ese inoportuno momento, el infortunio se apoderó de la figura de El Pirata después de que se le saliese la cadena cuando la carrera se estaba lanzando. Rápidamente, el líder del Giro se echó a un lado y, presa del pánico (o quizá debido a su sangre fría), no advirtió a sus compañeros de lo acontecido.
Casi medio kilómetro después, los soldados del Mercatone Uno se percataron de la ausencia de su jefe de filas y decidieron frenar para esperar al italiano. Comenzaba una remontada heroica, una especie de cronoescalada para salvar la preciada maglia rosa. Poco a poco y con un pedaleo que denotaba fuerza y supremacía, Pantani ejecutó a sus rivales hasta alcanzar a la cabeza de carrera, donde el francés Laurent Jalabert permanecía atónito ante la exhibición que estaba dando el vigente ganador de la prueba. Antes, Simoni, Gotti, Clavero o Savoldelli también habían sido testigos de tal hazaña.
Y es que el ciclista italiano realizó la subida al Santuario de Oropa (13 km. al 6%) en 23 minutos y 23 segundos, un registro que aún permanece inmóvil en lo alto de la tabla de tiempos de este lugar de culto para el ciclismo internacional. Después de encandilar a los aficionados a este deporte y ejercer de líder sólido de esta edición del Giro, El Pirata fue descalificado por un nivel de hematocrito en sangre (51,9%) que superaba los límites establecidos (50%). Una injusticia que la Gazzetta dello Sport se encargó de desenmascarar en marzo de 2016, momento en el que se desveló que una mafia italiana había sobornado a uno de los médicos de la carrera para que éste alterase los resultados del bizarro corredor transalpino.
Esa mancha imborrable en su vida profesional serviría como punto de partida de un tortuoso y peliagudo camino que le llevaría a fallecer en Rímini el 14 de febrero de 2004. Quedémonos con lo bueno. Hasta siempre, campeón.
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