Daniel Galera / @Galis84

1984, Lucho Herrera aún es amateur, pero se persona en el Tour de Francia y se presenta al mundo entero ganando nada más y nada menos que en el mítico Alpe d’Huez, batiendo a leyendas como Fignon y Bernard Hinault. El colombiano era, sin discusión, el mejor escalador de los ciclistas cafeteros, pero, como casi siempre les ocurría, en la contrarreloj tenían su talón de Aquiles. Allí perdían todo el tiempo ganado en la montaña.

Un año después, Herrera volvió a sorprender, logrando dos nuevas victorias de etapa. No obstante, su gran momento llegaría en 1987. La Vuelta a España era la carrera perfecta para él, con sus puertos cortos, pero explosivos, y sus escasos kilómetros cronometrados, con los cuales se pretendía favorecer a hombres como Pino, Lejarreta o Pedro Delgado. Y, por su puesto, la típica ‘guerra’ deportiva entre los corredores del Postobón y del Café de Colombia. La cosa prometía.

La Vuelta de 1987, su apogeo como ciclista

Aquella edición, dos ciclistas parecían destacar sobre el resto: el irlandés Sean Kelly, del KAS, habitual vencedor de pruebas por etapas cortas y clásicas, pero que en las tres ‘Grandes’ solía fallar; y el germano Raymond Dietzen, del TEKA, residente en España y gran conocedor del recorrido. Como outsiders, los colombianos, los cuales portaban el hándicap de la anarquía y desgobierno disputando carreras de tres semanas.

Las etapas fueron pasando con demasiados abandonos, llegando a la decimoctava etapa, una contrarreloj en Valladolid de 24 kilómetros que parecía venirle como anillo al dedo a Sean Kelly. Sin embargo, algo inesperado sucedió. El irlandés acabó en segunda posición, a 11 segundos del primer clasificado, consiguiendo así el maillot de líder. Dietzen terminaba séptimo, a 40 segundos del corredor de KAS, una distancia razonable. Herrera perdía tiempo, pero no el que todo el mundo creía.  El Jardinerito (el pseudónimo que se le atribuía al cafetero) finalizó decimoséptimo en aquella crono, una de sus mejores clasificaciones en dicha disciplina, a sólo  1:20 de su gran enemigo, Sean Kelly.

Foto: Lucho Herrera levanta el trofeo de campeón de la Vuelta 1987

Kelly, Herrera y Dietzen estaban en un pañuelo, con una diferencia de 52 segundos entre ellos y tres etapas de media montaña aún por disputarse. Había serias dudas sobre si la ventaja del irlandés sería suficiente para aguantar el jersey de líder, aunque éstas se disiparon enseguida. Al Rey de las Clásicas le salió un furúnculo en el trasero que provocó su abandono prematuro, dejando la general en manos de Herrera o Dietzen.

En las dos primeras metas volantes de la siguiente jornada, Dietzen le quitó seis de los diez segundos que tenía de renta el de Café de Colombia. Sin embargo, en la llegada a Ávila, Herrera logró dejar atrás al alemán y aumentar su ventaja en un minuto. Una brecha insalvable para el teutón. Quizá no fue una Vuelta para la historia, pero sirvió para que el cafetero diese buena cuenta de su polivalencia, una característica que no había demostrado ninguno de sus compatriotas hasta la fecha.

Vídeo: Victoria de Lucho Herrera en la Vuelta a España 1987

Años complicados

En 1990, Café de Colombia se retiró del ciclismo. Lucho contaba ya con 29 años y la sensación de que sus mejores temporadas habían quedado atrás: en 1989 cambió la Vuelta por el Giro, ganando dos etapas y la clasificación de la montaña; y 1990 fue un año horrible para él, sin triunfos. Así, llegado a la treintena, decidió vestir los colores del Postobón. El de Fusagasugá volvió a brillar en la Vuelta a España de 1991 con un triunfo parcial, pero el mejor momento de aquella campaña llegaría en Dauphiné. El escarabajo no sólo ganó la general, sino que se llevó una etapa, la regularidad, la combatividad y la combinada.

Aquella victoria parecía volver a meterle en la quiniela de favoritos para el Tour. Pero las opciones de Herrera sufrieron un hecatombe total: el primer día se dejó casi dos minutos junto a buena parte de los favoritos, llegando a la primera contrarreloj a 4:06 de LeMond, a los cuales se sumarían otros 5:39 en los 73 kilómetros cronometrados. A casi diez minutos en la general y hundido en el puesto 61º de la clasificación, lo máximo que pudo hacer fue ‘maquillar’ su rendimiento acabando en un discreto 31º lugar, muy lejos de sus posibilidades.

Foto: Indurain y Lucho Herrera, en el Giro de 1992

‘Resurrección’ en el Giro de 1992

En 1992, Herrera sufrió una caída en la duodécima jornada de la Vuelta, rumbo a Burgos. El colombiano, que de todas maneras ya andaba el 32º a casi 25 minutos del líder, Jesús Montoya, prefirió retirarse. Acto seguido, el cafetero se plantó en el Giro con la idea de disfrutar y tener una despedida digna junto a los nuevos ídolos de los italianos: Chiappucci, Chioccioli, Giovanetti… Pese a contar con una crono casi de comienzo y un Miguel Indurain que se encontraba en el mejor momento de su carrera, el colombiano llegó octavo en la general a la novena etapa, con final en el Terminillo, a sólo 2:18 del navarro.

Restaba sólo un kilómetro para coronar y, en el grupo del líder, cinco hombres permanecían unidos: Indurain, Herrera, Hampsten, Giovanetti y Giupponi, con Conti siete segundos por delante. El navarro, habituado a un ciclismo en el cual primaba la eficacia por encima del espectáculo, aumentaba el ritmo por momentos para descolgar a sus rivales. Todos sufrían para seguir al de Banesto. Todos, menos Herrera. Lucho alcanzó a Conti a unos 500 metros de la línea de meta y asestó el golpe definitivo a escasos metros del arco de llegada. Nadie logró seguirle. Lo había vuelto a hacer.

El corredor colombiano se adjudicaba, de esta forma, su tercera victoria en Italia, la octava en una gran vuelta. En la general, se situó cuarto, pero el paso de las etapas le relegaría a un meritorio octavo puesto al final de la corsa rosa. Era su adiós a Europa, el continente que le había visto crecer. Una vez de vuelta a su país natal, Herrera ganó una etapa en la ronda nacional y decidió colgar la bicicleta con 32 años. Muchos le pidieron de alargar un poco su carrera deportiva, pero ¿para qué? No tenía que demostrar nada a nadie. Su legado había quedado para la historia de Colombia y el mundo entero.

 

Vídeo: Victoria de Lucho Herrera en la 9ª etapa del Giro de Italia de 1992