¡Escucha el podcast para descubrir otra anécdota de aquella Lieja!
Si hablamos de clásicas, hemos de hablar con letras mayúsculas de la Lieja-Bastoña-Lieja, la más antigua de todas, la Doyenne (la ‘Decana’, en castellano). Desde que se creó en 1892, se han vivido capítulos míticos en este cita ineludible del calendario ciclista, aunque hoy nos centraremos en el que protagonizó Bernard Hinault el 20 de abril de 1980. Aquella edición se recordará, sobre todo, por las durísimas condiciones climatológicas que acompañaron a toda la prueba. Allí, el bretón nos dio una auténtica lección de poderío y fuerza de voluntad.
Al borde de la retirada
De los 174 corredores que comenzaron, sólo 21 pudieron culminar el recorrido. Cuando apenas había transcurrido una hora de carrera, y en pleno avituallamiento, más de 80 corredores echaron el pie a tierra. El frío, la lluvia, la nieve y el viento eran demasiado fuertes como para seguir adelante.
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Hinault, además de sufrir al igual que el resto de corredores, también lo haría por presumibles secuelas que le dejarían esas condiciones adversas de cara a su debut en el Giro de Italia (donde finalmente vencería, imponiéndose a Wladimiro Panizza y Giovanni Battaglin).
Cyrille Guimard, su director de equipo en el Renault, se pasó la carrera intentando convencerle de que aguantara. Sin embargo, el Tejón (como se le conoce popularmente al campeón galo) estaba casi decidido a dar por concluida su participación en la clásica belga. Hasta que a lo lejos vio a su compañero Maurice Guillox retorciéndose sobre su bicicleta.

Foto: Hinault, llegando a meta exhausto tras su exhibición
Un ‘Tejón’ ante la lluvia y el frío
Ese fue el punto de inflexión para el bretón. El de Yffiniac entendía que no era justo que él, como jefe de filas, abandonase la carrera mientras sus coéquipiers aguantaban como podían para ayudarle. En aquel momento, al francés se le olvidaron todos sus miedos y ni el clima ni su inmediata participación en el Giro volvieron a rondar por su cabeza. Ya no le valía sólo con llegar a meta, él quería ganar.
Tras una mítica escapada en solitario de más de 80 kilómetros, calado hasta los huesos y físicamente agotado, cruzó victorioso el arco de llegada, situado en el Boulevard de la Sauvenière, sin grandes aspavientos ni celebraciones. Nueve minutos después, el holandés Hennie Kuiper certificaría su segundo puesto, justo por delante del belga Ronny Claes. Hinault tardaría casi tres semanas en recuperar la movilidad de todos los dedos de sus manos y, años después, aún arrastraría secuelas.
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Al Tejón siempre se le recordará por sus múltiples victorias en Giro, Tour, y Vuelta, pero su exhibición en aquella Lieja-Bastoña-Lieja, venciendo ante todas las adversidades, le mantendrán para siempre en el Olimpo de los dioses del ciclismo.
Vídeo: Últimos kilómetros de la Lieja-Bastoña-Lieja de 1980
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