David García / @DavidGL97

Ha llegado el Tour de Francia y, con él, una de las tradiciones españolas más antiguas: las ‘siestas’ viendo la prueba, sobre todo de parte de aquellos que únicamente habitúan a ver el ciclismo en el mes de julio. Normalmente, éstas suelen producirse en etapas completamente llanas en las que la aventura del día está, casi siempre, abocada al fracaso. Todo gracias a un pelotón encabezado por los equipos que, más adelante, buscarán la victoria parcial con su hombre más rápido.

El Tour, uno de los mejores escenarios

Pues bien, ahí queríamos llegar, a la figura del esprínter, ese ciclista capaz de alcanzar altísimas velocidades en llano merced a su poderío físico. En este caso, hablamos de la potencia absoluta que puede apreciarse en las llegadas masivas, es decir, los vatios (watts, en inglés) que suelen mover los corredores más rápidos del panorama mundial. En pruebas de esta índole, Andre Greipel, uno de los mejores esprínteres de la última década, ha llegado a mover 1900 W, siendo el intervalo entre los 1000 y 1500 el habitual en las volatas del máximo nivel.

Evidentemente, estas etapas llanas no dan muchas alternativas a aquellos corredores que no poseen una buena punta de velocidad, por lo que no es de extrañar que prefieran guardar sus fuerzas y no mostrar sus cartas, como es lógico. Dicha jornada está reservada para otros ciclistas. En este Tour de Francia, ya hemos tenido varias batallas de estas características, pero quedan muchas más. Y es que en la Grande Boucle de este año se esperan hasta nueve clausuras al esprint:

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¿Cómo se prepara una llegada masiva?

Por lo general, el espectador subestima las llegadas masivas debido al escaso interés que generan los kilómetros anteriores. No obstante, resulta necesario indicar que es la disciplina más complicada para cualquier equipo a la hora de pelear por la posición. Así, cada escuadra construye su ‘tren’ (como se le conoce a la línea de ciclistas que dibuja cada formación), colocando al frente del mismo a un corredor que ruede bien y pueda situar correctamente a sus compañeros, los cuales continuarán su trabajo. En una volata ideal, el lanzador (penúltimo de la fila) inicia el sprint ya dentro de los últimos mil metros para que el hombre más veloz (último del tren) arranque y pugne por el triunfo de etapa pasada las pancartas de los 250-300 metros a meta.

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Pero no todo es ser el más rápido. La colocación es una fase crucial del esprint. Entrar entre los 10 primeros del pelotón en los últimos 500 metros es vital para tener alguna opción de victoria. Para ello, es necesario gozar de una gran habilidad e, incluso, una osadía enorme para aprovechar cualquier resquicio que te dejen tus rivales.

Por lo tanto, no llamen «tosco» a un ciclista potente y explosivo, porque su habilidad les ha llevado a ser lo que son: esprínteres. Hagan el esfuerzo de analizar este hermoso arte, y más en este Tour. Los Kittel, Cavendish, Sagan, Démare, Bouhanni Kristoff o Greipel llegan con hambre de victoria. Siéntense y disfruten.

 

Vídeo: Cómo ganar un esprint – Eurosport.es